Una enorme flor en el mar


Una enorme flor en el mar

Como un vestido desplegado,
una enorme flor en el mar
tiembla con las olas.
Es de color morada,
pero el sol la pinta
con destellos de oro,
como si alguien la bordara
desde el cielo.

Allí la busco,
madre mía,
entre los pliegues húmedos
de la memoria.
Tu voz resuena
como espuma que se disuelve,
como un canto que regresa
y me acaricia la frente.

Y al otro lado del horizonte,
el desierto de Atacama florece:
miles de colores surgen
en la arena reseca,
como si tus manos invisibles
regaran la tierra.

Cada pétalo es un recuerdo,
cada brote, una caricia
que se niega a morir.
El mar la mece,
la flor flota sobre el océano
y yo sé que eres tú,
revestida de agua,
transformada en eternidad.

Ya no hay tumba,
ni tierra oscura,
sólo este vestido inmenso
que danza sobre las olas,
y ese desierto encendido
que en primavera recuerda
que tu vida, madre mía,
nunca se marchita.



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