EL TESORO DEL DUENDE IRLANDÉS
EL TESORO DEL DUENDE
IRLANDÉS
Estaba lista la cena en el Palacio de Buckingham, los invitados venían llegando de a poco, uno por uno, a sentarse a la mesa. Había tenedores, cuchillos, y cucharas de plata, copas de cristal con el mejor vino de Inglaterra, copones con agua, y un recipiente gigante con un ponche rosado. Servilletas blancas de género suave para limpiarse la boca, y un buffet internacional con mucha comida, había cerdo agridulce, papas con mayonesa, todo tipo de carnes, consomé de pollo, ensaladas varias, quesos, pescados, frutas, panes de diferentes estilos, muchos postres, frutos secos, jugos, y un bar con un barman atendiendo al público, sirviendo whisky, gin, vodka, cerveza, etcétera. Era el cumpleaños de la Reina. Una orquesta tocaba música clásica alegre, era el año 1820, todos disfrutaban de la gran velada. Llegaban los carruajes impulsados por caballos, se bajaba gente muy elegante, todos con sus trajes y vestidos de alta costura, era la nobleza británica que venía a saludar a la reina para su cumpleaños. Le traían regalos hermosos, de todas las partes del mundo. Los guardias atendían a los comensales amablemente.
-Bienvenidos, por favor pasen.
-La reina les estará esperando.
-Muchas gracias por venir,
adelante.
El palacio era inmenso, tenía un campo de pasto verde, con un camino de tierra para que entraran los carruajes con sus caballos, habían rosas rojas, blancas, amarillas y moradas, la reja de entrada era muy alta y larga, de color negra, tenía un escudo de un león dorado con un unicornio en el centro. Los guardias no dejaban pasar a cualquiera, toda la gente que llegaba tenía que tener una carta de invitación. La reina cumplía 70 años de edad. En la cocina preparaban una torta de crema, manjar, frambuesa, nueces y naranjas, de gran tamaño, con muchas velas encendidas, y por supuesto una letra de chocolate que decía: "Happy birthday, Queen Isabel, May you fulfill many more".
Empezaron a sonar los clarines, era la hora que bajara la reina a saludar a sus invitados, todo el mundo estaba contento y feliz, esperando que apareciera la reina para desearle y cantarle un feliz cumpleaños. Alicia que era su única hija, la heredera del trono, no le interesaba la corona, decía que era muy aburrido, ella quería ser libre y conocer el pueblo a cabalidad, se escapaba a escondidas, y recorría Londres, como una persona común y corriente. Su madre la había criado para que fuera la mejor, tenía una educación extraordinaria, hablaba muchos idiomas, y se manejaba perfecto en el ajedrez, además tenía lecciones de piano. Sabía cabalgar a caballo, y se manejaba perfecto disparando con la escopeta. La reina estaba lista para la fiesta, venía bajando las escaleras de mármol, se produjo un silencio absoluto. El presentador de la velada dijo en voz alta. -Dadle la bienvenida a la Reina Isabel de Inglaterra. -La mejor reina del mundo. Los aplausos eran enormes. La festejaban y al mismo tiempo no la querían mucho, era muy pesada, y a veces hasta malvada. Se le conocía por tener un carácter fuerte, y una personalidad explosiva. Su vestido era de color rosado y pomposo, tenía un sombrero elegante, especial para la ocasión. -Hola, gracias por venir. -Decía la reina- Y saludaba con una sola mano. -Estoy muy orgullosa de que estén aquí el día de hoy. Los invitados aplaudían animosamente y la felicitaban.
Lo que no sabía la reina era que entre los invitados, había un ladrón desconocido, que estaba disfrazado, y que había ingresado con una invitación falsa. Él quería quedarse con el tesoro más apreciado de la reina, un cofre de madera, repleto de joyas preciosas. Tenía un plan secreto para quedarse con el botín. Entraría a medianoche a la habitación de la reina, y saldría por la ventana con una cuerda, luego guardaría el cofre en el carruaje, debajo de una manta para taparlo, y saldría por la puerta principal, mientras le cantaban el cumpleaños a la reina. El ladrón escapó finalmente con el cofre y desapareció del lugar sin dejar rastro alguno. Ya era tarde y la fiesta había terminado, la reina se fue a dormir a su cama, se puso su pijama de seda y se quedó dormida. Al otro día en la mañana se levantó, miró por la ventana era un gran día, fue al baño y se dio un baño de tina caliente y espumante, con unos jabones con aroma a pétalos de rosas. Luego se vistió y al llegar al espejo para ponerse su collar de esmeraldas, se dio cuenta que no estaba su gran tesoro, le dio un ataque, comenzó a gritar y gritar, los guardias llegaron inmediatamente a ver que sucedía. -¿Donde están mis joyas?, -Gritaba la reina enfadada- -¡Me han robado! -No puede ser su alteza. -¿Como es posible?. La seguridad del castillo era estricta, nadie sabía que había pasado realmente. El cofre estaba lleno de diamantes, esmeraldas, rubíes, zafiros y collares de perla. Pobre reina, le habían entrado a robar.
El jefe de los guardias dijo: quiero una investigación profunda de lo sucedido, llamaremos a la policía para informarle, y que vengan lo antes posible. -No se preocupe su majestad, encontraremos al responsable.
La reina desanimada pensaba solamente
en sus joyas, era su mejor colección de piedras preciosas. Nunca le habían
robado. Ya eran las 12 de la tarde y la policía estaba en la puerta del
palacio, esperando para poder entrar. Le reina los fue a recibir y les dijo:
que tenían la obligación de encontrarlas, sus joyas eran el tesoro mas preciado
que ella poseía. La policía le dijo que harían todo lo posible, y se marcharon
preguntándose, como resolver este caso tan enigmático. El día estaba hermoso, el
cielo azulado, y corría un diminuto viento que dejaba la sensación de un cuento
de hadas.
Los guardias
de la reina salieron, por todo Londres, preguntando, investigando, si alguien
sabía de algo, ofrecieron una recompensa por información, pero nadie sabía
nada. El tesoro ya debería estar lejos de la ciudad. Pasaron días, semanas,
meses, y la reina cada vez estaba peor de ánimo, lloraba todos los días, se
miraba al espejo y no lo podía creer. Que maldición que entren a robarte, siempre
la seguridad es lo primero. Llamaron a sentarse a la mesa real, estaba listo el
almuerzo, jabalí con naranjas y puré de zapallo. Cuando tocaron la puerta repentinamente, era la policía que venía con buenas noticias, -hemos capturado
al ladrón -Dijo un policía- -Lo tenemos en la comisaría, lo están interrogando,
pronto sabremos donde dejo oculto el tesoro. –Muchas gracias señor oficial, ya
me estaba desesperando. -Quiero mis joyas de vuelta, y que decapiten a ese
ladrón andrajoso. Ordenes de la reina Isabel. Y me traigan la cabeza en una
canasta.
Cual es tu
nombre le preguntaron al hombre misterioso, sentado en una silla. Le
preguntaron de nuevo, pero el hombre no respondía. Luego de un rato, llegó el
abogado de la reina, le dijo que si no abría la boca lo iban a torturar. El hombre
joven no tuvo más remedio que contestar, me llamo Miguel Río, soy irlandés,
trabajo en una tienda de perfumes, atendiendo a la clientela, yo no he robado
nada. Esto es injusto, soltadme, tengo mis derechos, no he hecho nada malo. El
abogado inglés lo miraba fijamente. Donde estuviste el día del cumpleaños de la
Reina Isabel. La policía encontró en tu chaqueta un collar de diamantes, ¿De
donde lo sacaste? confiesa malandrín antes que sea demasiado tarde.
Miguel no
recordaba bien, le habían pegado en la cabeza con un palo, y le metieron las
joyas en el bolsillo de la chaqueta para inculparlo, la policía lo interrogaba
pero él, no entendía que estaba pasando. Le dijeron que estaría preso, y luego
lo decapitarían, esas eran las ordenes de la reina. Lo trasladaron a un
calabozo y lo dejaron ahí. Miguel medio inconciente, se desmayó y se quedó
dormido hasta el otro día. Una semana después lo llevaron a juicio y salió
dictaminado culpable. Miguel lloraba en el calabozo, no sabía que hacer, no
recordaba bien quien le hizo esta trampa mortal. El trabajaba como vendedor,
era buena persona y hacía deporte para estar en forma. No quería morirse, era
inocente. Había llegado de Irlanda a Londres por trabajo, buscando una mejor
vida. Que mala suerte para él, la reina no lo iba a perdonar, la única solución
sería que apareciera el tesoro de nuevo. Miguel le rezaba a Dios, le pedía
fuerza y justicia para enfrentar todo este problema extrañísimo. Era evangélico
de religión, iba casi todos los domingos a misa a la iglesia, para hablar con
Jehová, el padre celestial.
"Padre mío si estás en el cielo escuchándome, necesito tu ayuda, estoy preso en la cárcel y me quieren cortar la cabeza" "Necesito tu ayuda padre" Miguel oraba en silencio. Hasta que llegó el día de la pena de muerte, lo esposaron y llevaron a la zona de castigo, el verdugo de la guillotina lo estaba esperando con una máscara negra que le cubría el rostro. Miguel entró en pánico, pensaba que estaba todo perdido, sin embargo, no perdía la esperanza. En el suelo había botado un pedazo de alambre pequeño, lo recogió disimuladamente sin que lo vieran, y se lo metió al bolsillo. Mientras le contaban sus derechos en voz alta, Miguel se hizo una llave y pudo abrir los grilletes. Se abalanzó contra el primer guardia y le enterró un cuchillo en la pierna que le quitó de su poder, al segundo guardia le pegó una patada y lo empujó lejos, Miguel tenía pocos segundos antes que llegaran los demás guardias a capturarlo. Corriendo a toda velocidad se subió a un caballo y huyó del castillo velozmente. La guardia británica se subió a sus caballos y comenzó a perseguirlo. Miguel galopaba fuertemente por las calles de Londres, hasta llegar al campo, lo venían siguiendo de cerca, si lo atrapaban lo iban a matar. El corazón le latía como una locomotora. Pensando en su escapatoria se adentro por el bosque, y eludió al enemigo por unos momentos. Los árboles verdes observaban como el joven caminaba cuidadosamente, al parecer estaba a salvo. Siguió arriba de su caballo por la orilla de un río, hasta llegar a una casa de madera, al ver que no había nadie en su interior, entró y se quedó descansando, al rato se quedó dormido hasta el otro día. Se despertó en la mañana, era un nuevo día, Miguel estaba planeando como escaparse de la guardia que lo buscaba incesablemente. Tendría que huir como un fantasma, e irse de Inglaterra para siempre. De repente tocaron la puerta. Toc toc toc, el joven asustado se quedó en silencio. Toc toc toc tocaron otra vez. Entonces, una mujer entró a la casa por la ventana de sorpresa, y le dijo, -Hey ¿Quien eres? -Miguel Río -Contestó el hombre-
-¿Y tú como
te llamas?
-Soy Alicia,
la hija de la Reina Isabel.
-No puede
ser, por favor no le digas a nadie donde estoy.
-¿Por qué?
¿Cual es tu problema? ¿Te puedo ayudar en algo?
-Me vienen
persiguiendo, necesito esconderme por unos días.
-La reina
piensa que yo le robé sus joyas, pero es mentira.
-La reina es
mi madre, no debe de estar muy contenta.
Pasaron dos
minutos y llegaron a tocar la puerta de madera, eran los guardias de la reina,
toc toc toc, Alicia abrió la puerta y dijo.
-¿Que sucede,
que necesitan? -Estamos buscando un ladrón.
-¿Un
ladrón?, exclamó Alicia. -Aquí no hay ladrones, estoy solamente yo. -Si sabe de
algo, o ve algo extraño, no dude en avisarnos.
Y los
guardias se fueron, Miguel le dio las gracias y le contó la historia. La joven
Alicia no lo podía creer, pucha que tienes mala suerte le dijo. Ojalá puedas
solucionar este conflicto con mi madre. La única solución sería encontrar al
verdadero culpable, pero como no hay pistas y ninguna evidencia que muestre la
ubicación del tesoro, el ladrón vive seguro, donde quiera que se esconda.
Miguel y
Alicia se hicieron amigos, conversaban de la vida y sus grandes problemillas,
Alicia le decía que ella era infeliz, que quería independizarse del reinado, no
le gustaba ser princesa, se aburría mucho, quería conocer el mundo y las grandes
ciudades, como persona normal, y que la reina la dejara tranquila. Se escapaba
disfrazada, y salía a pasear por Londres, le encantaba pasar por el centro y ver
a la gente darle miguitas de pan a las palomas en las plazas, la gente leyendo
el periódico, y el olor a pollo frito.
Escuchar el sonido de los carruajes y el golpeteo de las patas de los caballos en los adoquines. Ya había pasado más de un mes desde que el joven pudo escapar, pero no podía volver porque todavía lo estaban buscando. Miguel se preguntaba, ¿Quien habrá robado el tesoro? si tan solo pudiera recuperarlo, se lo devolvería a la reina y me perdonaría la existencia. Ya era tarde Alicia había traído comida para Miguel, para que comieran en la mesa, tan solo con la luz de un par de velas. Alicia sirvió vino tinto en dos tachos, y empezaron a tomar, al cabo de un rato, estaban borrachos, las paredes se le movían a los dos, el vino estaba muy bueno, encendieron una chimenea para capear el frío de la noche, pronto se quedaron dormidos. Miguel soñaba que estaba corriendo por un campo, y que lo perseguía un lobo plomo, no podía correr más rápido y el lobo, empezaba a morderle las piernas, el joven no aguantó más y despertó del susto, era una pesadilla de su inconciente. Alicia ya no estaba a su lado. Se fue sin decir nada.
-Vamos donde
la bruja de ojos azules, que vive al otro lado del bosque, ella es vidente y te
puede decir quién se robó el tesorillo.
-Es una bruja
muy sabia y muy peligrosa. Los rumores dicen que hace brujería con una bola de
cristal. Miguel asombrado no le quedó otra opción de aceptar la propuesta, y
partieron al otro día a visitarla. Se subieron al caballo, y cabalgaron
tranquilamente por el bosque encantado.
Thomas Pelz un joven alemán, rondaba los restonares del puerto, no tenía dinero para comprar alimento, robaba de vez en cuando, para poder comer. A veces trabajaba descargando los barcos, que llegaban del extranjero, era alcohólico y fumaba su pipa con tabaco. Thomas no tenía buena educación, pero era muy fuerte. El joven alemán se había robado una caja con mercadería de una embarcación. Pero la policía lo atrapó, y Thomas tuvo que salir corriendo rápidamente. Lo venían persiguiendo, y se metió dentro de un basurero, y los detectives pasaron de largo.
Pobre Thomas
no tenía dinero para comer, tenía hambre y parece que se iba a poner a llover;
estaba en un callejón escondido... Miguel y Alicia que venían caminando, doblaron
por la callejuela donde estaba Thomas y se encontraron cara a cara.
-Que, nunca
habían visto un vagabundo. -Dijo Thomas- Y Miguel le dio un pedazo de pan que
tenía guardado en un paño blanco.
-Muchas
gracias. -Cómo te llamas.
-Soy Miguel
Río, el irlandés. -¿Y tú quien sos? El joven de Alemania se presentó, soy
Thomas Pelz del pueblo bajo, vivo en Londres hace mucho tiempo, llegué desde mi
tierra a probar suerte. Y aquí estoy otra vez. Miguel le contó su historia y
que necesitaba viajar a América Latina a recuperar el tesoro perdido de la Reina
Isabel, Tom como le decían, aceptó acompañarlo en esta travesía suicida a
cambio de unas monedas de oro. Fueron a la boletería y compraron un pasajes más,
luego fueron a un restorante a preparar el viaje más largo del planeta.
Prepararon un bolso con ropa, latas de pescado, queso, pan, un cuchillo y un mapa. Y se embarcaron
al atardecer. Llegarían en un mes, en un barco a vapor. Se despidieron de
Alicia, con un abrazo apretado y un beso en la mejilla. -Si todo sale bien, volveremos
con el tesoro. -Dijo Miguel Río-
El barco era enorme, sonaban la bocinas, era hora de zapar, iban a cruzar el océano Atlántico para llegar a Colombia, la odisea acababa de comenzar, Miguel le rezaba a Jehová para que lo guiara en su camino. Thomas lanzaba una moneda al aire, jugando al cara o sello. No sabían si podrían lograrlo, no obstante, nunca perdieron la fe.
Era de
tarde, el sol ya se ocultaba en el fondo del mar, produciendo un ocaso de color
rojo intenso, el cielo se atiborraba de arreboles, la gaviotas empezaban a desaparecer,
había caído la noche y los muchachos, abrieron una botella de vino tinto. Se
contaban la vida como si se conocieran desde siempre. Una gran amistad se había
formado, Miguel contaba que había nacido en Dublín, en una familia modesta,
pero muy educada. Trabajaba en una perfumería en Londres, había llegado como
turista. Pero tuvo la suerte de encontrar curro vendiendo perfumes de alta
calidad.
La tormenta
se estaba disipando, y el mar regresaba a la normalidad, un arcoíris cruzaba el
firmamento, el sol amarillo brillaba en el cielo. Era hora de comer, tenían
unas latas de sardinas y un poco de queso, se hicieron unos sándwichs para
llenar el estómago, y tomaron vino para refrescarse.
Miguel tenía
un diario, donde iba escribiendo su bitácora, le escribía a su familia en
Irlanda, les decía que si sobrevivía volvería a visitarlos, y les llevaría
muchos regalos, que los extrañaba mucho. Dormían en una pequeña litera, y
tenían un reloj en la pared. El joven no paraba de contar los días recién iban
en la mitad del camino.
Llevaban
veinte días navegando en el mar sin detenerse, el barco era impulsado por un
motor a vapor, llegarían en diez días más. Se bajarían en el puerto de
Barranquilla, y ahí arrendarían un bote para cruzar a la isla de los piratas.
Era muy peligrosa la misión, pero no les quedaba más remedio que enfrentar el
peligro como otro pirata más.
El barco venía
llegando al muelle, hacía mucho calor y corría un viento sereno. La arena de la
playa era blanca, y el mar cristalino. Los arrecifes estaban lleno de peces de
colores, los cangrejos se movían libres por la arena. Miguel y Thomas seguían
las instrucciones de la bruja al pie de la letra. La bruja les dijo: que
estaban en la isla más cercana, la que tenía la forma de un papagayo en el
mapa. Los muchachos siguieron caminando y fueron a almorzar a un restorante,
pidieron pescado con arroz, porotos negros y un poco de plátano frito, y agua
para tomar, tenían mucha hambre.
La selva amazónica era gigantesca, las hojas de las palmeras daban sombra, y la vegetación muy exuberante. Los jóvenes pagaron un hospedaje, y se quedaron a dormir el fin de semana. Planearon el asalto a los piratas, tendrían que atravesar a la isla solitaria, y encontrar la cueva donde el tesoro estaba escondido, pero deberían de tener mucho cuidado, los piratas estaban armados y son muy malos. El capitán se llama Barbanegra, ha matado muchos hombres a lo largo de su vida. Si los llegan a atrapar los matarían, lo más probable es que los lanzarían a los tiburones blancos en el mar. Barbanegra tenía un garfio en la mano derecha y tomaba ron todos los días, había perdido el brazo con un cocodrilo. Lo acompañaban veinte hombres dispuestos a dar la vida por el capitán, tenían mucho dinero guardado. Miles de monedas de oro puro, producto de los atracos en altamar, se enfrentaban a los mercaderes y les robaban sus pertenencias. Nadie podía desafiarlos, vivían tranquilos y felices en esta isla con forma de papagayo real. El tesoro estaba oculto en ese lugar.
Llegaron a
la isla en la noche como les dijo la bruja, y entraron corriendo sin ser
detectados, caminaron media hora hacia el interior, y ahí estaba el pueblo de
los piratas, estaban tomando ron y cantando melodías, las mujeres estaban ebrias, el descontrol era absoluto. El pirata Barbanegra dormía en una silla de
madera, estaba borracho, los jóvenes doblegaron el lugar, y siguieron caminando
esperando la salida del sol. Habían monos en los árboles, y culebras venenosas,
de pronto salió el alba y apareció la cueva ante sus ojos. No lo podían creer
tal como dijo la bruja de ojos azules. El tesoro ya estaba cerca, Miguel tenía
una corazonada.
Entraron a
la cueva y encendieron una antorcha, había una calavera en la entrada, llena de
escorpiones encima, había que tener precaución, o podían morir envenenados. Al
final de la cueva llegaron a un espacio muy grande, estaban todos los tesoros
de los piratas en el suelo, miles de monedas de oro por todas partes. Y el cofre
con las joyas sobre una roca. Lo tenían por fin de vuelta. Lo cargaron y se lo
llevaron al bote antes de que alguien se diera cuenta, y se fueron remando de
vuelta al continente.
-Se lo
llevaremos a la reina de Inglaterra, para que me perdone la vida. -Thomas se
rascaba la cabeza pensando-
-La suerte
de alguna gente, me gustaría ser rico también. -Parecemos duendes arrancando de la policía.
-Algún día
lo seremos. -Por el momento tenemos que darnos prisa. Una vez en la playa de
Barranquilla, compraron un pasaje a Europa directo a Inglaterra, y se
embarcaron de regreso, todo había salido bien gracias a Dios, los ángeles seguramente
los habían acompañado. Iban hablando de su gran victoria, lo que no sabían era
que detrás de ellos estaba un policía escuchando todo, entonces, el oficial
arrestó a los amigos, y se quedó con el trofeo, un cofre de madera repleto de
joyas preciosas.
Los
muchachos no sabían que hacer, pero Miguel tenía un alambre guardado con forma
de llave y pudieron escapar, se soltaron las esposas, y comenzaron a correr por
el barco en busca del polizonte, pero ya habían llegado a Inglaterra, y el
policía había desaparecido. No sabían donde vivía, por tanto, no podían hacer nada
para recuperar el tesoro. Alicia estaba en su casa y los jóvenes llegaron hacia
allá en busca de ayuda, le contaron lo sucedido, y fueron donde la bruja otra
vez. La bruja tomó su bola de cristal, y apareció el rostro del policía, vivía
en la calle Wellington 207, en un barrio residencial. Tengan cuidado les
dijo: ese policía es muy peligroso, es experto en tiros. Tienen que entrar
mientras este trabajando en el día, entren por la puerta de atrás. Los jóvenes
partieron en busca del tesoro. Encontraron la dirección y esperaron que el oficial
se fuera a la comisaría. Abrieron la puerta con un fierro, y entraron a la
casa, adentro estaba la mesa puesta con una tetera y una taza vacía, el suelo
tenía un alfombra vieja, y era totalmente de madera. Buscaron por todos los
lugares pero no estaba el cofre.
De repente
llega de improviso el agente de policía, y los jóvenes se escondieron en la
cocina sin hacer ruido, el agente movió la alfombra y abrió una compuerta, el
tesoro estaba guardado ahí, sacó un diamante y salió nuevamente a la calle.
Los jóvenes
tomaron el tesoro, y se fueron inmediatamente donde la Reina Isabel a
devolverle las joyas perdidas, la reina estaba feliz, Miguel Río fue perdonado, y
como recompensa la reina le regaló una bolsa con monedas de oro. Miguel quedó muy
contento y construyó una tienda con su nombre, vendía perfumes importados. Thomas
puso un bar en el centro de Londres, le iba super, todos los días tenía
clientela. Tenían buena suerte a pesar de todo lo ocurrido. Habían cumplido con
devolverle el tesoro a la reina, y por sobre todo habían encontrado una amistad
eterna. Alicia se escapa a veces del reino, y va a ver sus amigos a la ciudad.
Conversan y recuerdan el pasado tomando cerveza artesanal.
Fin.
Miguel Carmona, 2023
Comentarios
Publicar un comentario