EL TESORO DEL DUENDE IRLANDÉS

 

 




EL TESORO DEL DUENDE IRLANDÉS

 Estaba lista la cena en el Palacio de Buckingham, los invitados venían llegando de a poco, uno por uno, a sentarse a la mesa. Había tenedores, cuchillos, y cucharas de plata, copas de cristal con el mejor vino de Inglaterra, copones con agua, y un recipiente gigante con un ponche rosado. Servilletas blancas de género suave para limpiarse la boca, y un buffet internacional con mucha comida, había cerdo agridulce, papas con mayonesa, todo tipo de carnes, consomé de pollo, ensaladas varias, quesos, pescados, frutas, panes de diferentes estilos, muchos postres, frutos secos, jugos, y un bar con un barman atendiendo al público, sirviendo whisky, gin, vodka, cerveza, etcétera. Era el cumpleaños de la Reina. Una orquesta tocaba música clásica alegre, era el año 1820, todos disfrutaban de la gran velada. Llegaban los carruajes impulsados por caballos, se bajaba gente muy elegante, todos con sus trajes y vestidos de alta costura, era la nobleza británica que venía a saludar a la reina para su cumpleaños. Le traían regalos hermosos, de todas las partes del mundo. Los guardias atendían a los comensales amablemente.

-Bienvenidos, por favor pasen. 

-La reina les estará esperando. 

-Muchas gracias por venir, adelante.

El palacio era inmenso, tenía un campo de pasto verde, con un camino de tierra para que entraran los carruajes con sus caballos, habían rosas rojas, blancas, amarillas y moradas, la reja de entrada era muy alta y larga, de color negra, tenía un escudo de un león dorado con un unicornio en el centro. Los guardias no dejaban pasar a cualquiera, toda la gente que llegaba tenía que tener una carta de invitación. La reina cumplía 70 años de edad. En la cocina preparaban una torta de crema, manjar, frambuesa, nueces y naranjas, de gran tamaño, con muchas velas encendidas, y por supuesto una letra de chocolate que decía: "Happy birthday, Queen Isabel, May you fulfill many more".

Empezaron a sonar los clarines, era la hora que bajara la reina a saludar a sus invitados, todo el mundo estaba contento y feliz, esperando que apareciera la reina para desearle y cantarle un feliz cumpleaños. Alicia que era su única hija, la heredera del trono, no le interesaba la corona, decía que era muy aburrido, ella quería ser libre y conocer el pueblo a cabalidad, se escapaba a escondidas, y recorría Londres, como una persona común y corriente. Su madre la había criado para que fuera la mejor, tenía una educación extraordinaria, hablaba muchos idiomas, y se manejaba perfecto en el ajedrez, además tenía lecciones de piano. Sabía cabalgar a caballo, y se manejaba perfecto disparando con la escopeta. La reina estaba lista para la fiesta, venía bajando las escaleras de mármol, se produjo un silencio absoluto. El presentador de la velada dijo en voz alta. -Dadle la bienvenida a la Reina Isabel de Inglaterra. -La mejor reina del mundo. Los aplausos eran enormes. La festejaban y al mismo tiempo no la querían mucho, era muy pesada, y a veces hasta malvada. Se le conocía por tener un carácter fuerte, y una personalidad explosiva. Su vestido era de color rosado y pomposo, tenía un sombrero elegante, especial para la ocasión. -Hola, gracias por venir. -Decía la reina- Y saludaba con una sola mano. -Estoy muy orgullosa de que estén aquí el día de hoy. Los invitados aplaudían animosamente y la felicitaban.

Lo que no sabía la reina era que entre los invitados, había un ladrón desconocido, que estaba disfrazado, y que había ingresado con una invitación falsa. Él quería quedarse con el tesoro más apreciado de la reina, un cofre de madera, repleto de joyas preciosas. Tenía un plan secreto para quedarse con el botín. Entraría a medianoche a la habitación de la reina, y saldría por la ventana con una cuerda, luego guardaría el cofre en el carruaje, debajo de una manta para taparlo, y saldría por la puerta principal, mientras le cantaban el cumpleaños a la reina. El ladrón escapó finalmente con el cofre y desapareció del lugar sin dejar rastro alguno. Ya era tarde y la fiesta había terminado, la reina se fue a dormir a su cama, se puso su pijama de seda y se quedó dormida. Al otro día en la mañana se levantó, miró por la ventana era un gran día, fue al baño y se dio un baño de tina caliente y espumante, con unos jabones con aroma a pétalos de rosas. Luego se vistió y al llegar al espejo para ponerse su collar de esmeraldas, se dio cuenta que no estaba su gran tesoro, le dio un ataque, comenzó a gritar y gritar, los guardias llegaron inmediatamente a ver que sucedía. -¿Donde están mis joyas?, -Gritaba la reina enfadada- -¡Me han robado! -No puede ser su alteza. -¿Como es posible?. La seguridad del castillo era estricta, nadie sabía que había pasado realmente. El cofre estaba lleno de diamantes, esmeraldas, rubíes, zafiros y collares de perla. Pobre reina, le habían entrado a robar.

El jefe de los guardias dijo: quiero una investigación profunda de lo sucedido, llamaremos a la policía para informarle, y que vengan lo antes posible. -No se preocupe su majestad, encontraremos al responsable. 

La reina desanimada pensaba solamente en sus joyas, era su mejor colección de piedras preciosas. Nunca le habían robado. Ya eran las 12 de la tarde y la policía estaba en la puerta del palacio, esperando para poder entrar. Le reina los fue a recibir y les dijo: que tenían la obligación de encontrarlas, sus joyas eran el tesoro mas preciado que ella poseía. La policía le dijo que harían todo lo posible, y se marcharon preguntándose, como resolver este caso tan enigmático. El día estaba hermoso, el cielo azulado, y corría un diminuto viento que dejaba la sensación de un cuento de hadas.

Los guardias de la reina salieron, por todo Londres, preguntando, investigando, si alguien sabía de algo, ofrecieron una recompensa por información, pero nadie sabía nada. El tesoro ya debería estar lejos de la ciudad. Pasaron días, semanas, meses, y la reina cada vez estaba peor de ánimo, lloraba todos los días, se miraba al espejo y no lo podía creer. Que maldición que entren a robarte, siempre la seguridad es lo primero. Llamaron a sentarse a la mesa real, estaba listo el almuerzo, jabalí con naranjas y puré de zapallo. Cuando tocaron la puerta repentinamente, era la policía que venía con buenas noticias, -hemos capturado al ladrón -Dijo un policía- -Lo tenemos en la comisaría, lo están interrogando, pronto sabremos donde dejo oculto el tesoro. –Muchas gracias señor oficial, ya me estaba desesperando. -Quiero mis joyas de vuelta, y que decapiten a ese ladrón andrajoso. Ordenes de la reina Isabel. Y me traigan la cabeza en una canasta.

Cual es tu nombre le preguntaron al hombre misterioso, sentado en una silla. Le preguntaron de nuevo, pero el hombre no respondía. Luego de un rato, llegó el abogado de la reina, le dijo que si no abría la boca lo iban a torturar. El hombre joven no tuvo más remedio que contestar, me llamo Miguel Río, soy irlandés, trabajo en una tienda de perfumes, atendiendo a la clientela, yo no he robado nada. Esto es injusto, soltadme, tengo mis derechos, no he hecho nada malo. El abogado inglés lo miraba fijamente. Donde estuviste el día del cumpleaños de la Reina Isabel. La policía encontró en tu chaqueta un collar de diamantes, ¿De donde lo sacaste? confiesa malandrín antes que sea demasiado tarde.

Miguel no recordaba bien, le habían pegado en la cabeza con un palo, y le metieron las joyas en el bolsillo de la chaqueta para inculparlo, la policía lo interrogaba pero él, no entendía que estaba pasando. Le dijeron que estaría preso, y luego lo decapitarían, esas eran las ordenes de la reina. Lo trasladaron a un calabozo y lo dejaron ahí. Miguel medio inconciente, se desmayó y se quedó dormido hasta el otro día. Una semana después lo llevaron a juicio y salió dictaminado culpable. Miguel lloraba en el calabozo, no sabía que hacer, no recordaba bien quien le hizo esta trampa mortal. El trabajaba como vendedor, era buena persona y hacía deporte para estar en forma. No quería morirse, era inocente. Había llegado de Irlanda a Londres por trabajo, buscando una mejor vida. Que mala suerte para él, la reina no lo iba a perdonar, la única solución sería que apareciera el tesoro de nuevo. Miguel le rezaba a Dios, le pedía fuerza y justicia para enfrentar todo este problema extrañísimo. Era evangélico de religión, iba casi todos los domingos a misa a la iglesia, para hablar con Jehová, el padre celestial.

"Padre mío si estás en el cielo escuchándome, necesito tu ayuda, estoy preso en la cárcel y me quieren cortar la cabeza" "Necesito tu ayuda padre" Miguel oraba en silencio. Hasta que llegó el día de la pena de muerte, lo esposaron y llevaron a la zona de castigo, el verdugo de la guillotina lo estaba esperando con una máscara negra que le cubría el rostro. Miguel entró en pánico, pensaba que estaba todo perdido, sin embargo, no perdía la esperanza. En el suelo había botado un pedazo de alambre pequeño, lo recogió disimuladamente sin que lo vieran, y se lo metió al bolsillo. Mientras le contaban sus derechos en voz alta, Miguel se hizo una llave y pudo abrir los grilletes. Se abalanzó contra el primer guardia y le enterró un cuchillo en la pierna que le quitó de su poder, al segundo guardia le pegó una patada y lo empujó lejos, Miguel tenía pocos segundos antes que llegaran los demás guardias a capturarlo. Corriendo a toda velocidad se subió a un caballo y huyó del castillo velozmente. La guardia británica se subió a sus caballos y comenzó a perseguirlo. Miguel galopaba fuertemente por las calles de Londres, hasta llegar al campo, lo venían siguiendo de cerca, si lo atrapaban lo iban a matar. El corazón le latía como una locomotora. Pensando en su escapatoria se adentro por el bosque, y eludió al enemigo por unos momentos. Los árboles verdes observaban como el joven caminaba cuidadosamente, al parecer estaba a salvo. Siguió arriba de su caballo por la orilla de un río, hasta llegar a una casa de madera, al ver que no había nadie en su interior, entró y se quedó descansando, al rato se quedó dormido hasta el otro día. Se despertó en la mañana, era un nuevo día, Miguel estaba planeando como escaparse de la guardia que lo buscaba incesablemente. Tendría que huir como un fantasma, e irse de Inglaterra para siempre. De repente tocaron la puerta. Toc toc toc, el joven asustado se quedó en silencio. Toc toc toc tocaron otra vez. Entonces, una mujer entró a la casa por la ventana de sorpresa, y le dijo, -Hey ¿Quien eres? -Miguel Río -Contestó el hombre-

-¿Y tú como te llamas?

-Soy Alicia, la hija de la Reina Isabel.

-No puede ser, por favor no le digas a nadie donde estoy.

-¿Por qué? ¿Cual es tu problema? ¿Te puedo ayudar en algo?

-Me vienen persiguiendo, necesito esconderme por unos días.

-La reina piensa que yo le robé sus joyas, pero es mentira.

-La reina es mi madre, no debe de estar muy contenta.

Pasaron dos minutos y llegaron a tocar la puerta de madera, eran los guardias de la reina, toc toc toc, Alicia abrió la puerta y dijo.

-¿Que sucede, que necesitan? -Estamos buscando un ladrón.

-¿Un ladrón?, exclamó Alicia. -Aquí no hay ladrones, estoy solamente yo. -Si sabe de algo, o ve algo extraño, no dude en avisarnos.

Y los guardias se fueron, Miguel le dio las gracias y le contó la historia. La joven Alicia no lo podía creer, pucha que tienes mala suerte le dijo. Ojalá puedas solucionar este conflicto con mi madre. La única solución sería encontrar al verdadero culpable, pero como no hay pistas y ninguna evidencia que muestre la ubicación del tesoro, el ladrón vive seguro, donde quiera que se esconda.

Miguel y Alicia se hicieron amigos, conversaban de la vida y sus grandes problemillas, Alicia le decía que ella era infeliz, que quería independizarse del reinado, no le gustaba ser princesa, se aburría mucho, quería conocer el mundo y las grandes ciudades, como persona normal, y que la reina la dejara tranquila. Se escapaba disfrazada, y salía a pasear por Londres, le encantaba pasar por el centro y ver a la gente darle miguitas de pan a las palomas en las plazas, la gente leyendo el periódico, y el olor a pollo frito.

Escuchar el sonido de los carruajes y el golpeteo de las patas de los caballos en los adoquines. Ya había pasado más de un mes desde que el joven pudo escapar, pero no podía volver porque todavía lo estaban buscando. Miguel se preguntaba, ¿Quien habrá robado el tesoro? si tan solo pudiera recuperarlo, se lo devolvería a la reina y me perdonaría la existencia. Ya era tarde Alicia había traído comida para Miguel, para que comieran en la mesa, tan solo con la luz de un par de velas. Alicia sirvió vino tinto en dos tachos, y empezaron a tomar, al cabo de un rato, estaban borrachos, las paredes se le movían a los dos, el vino estaba muy bueno, encendieron una chimenea para capear el frío de la noche, pronto se quedaron dormidos. Miguel soñaba que estaba corriendo por un campo, y que lo perseguía un lobo plomo, no podía correr más rápido y el lobo, empezaba a morderle las piernas, el joven no aguantó más y despertó del susto, era una pesadilla de su inconciente. Alicia ya no estaba a su lado. Se fue sin decir nada.

 Miguel salió al exterior, y se dio cuenta que estaba nublado, muy pronto comenzaría a llover, empezaron a caer gotas, y se largo la lluvia, el joven entró a la casa de madera pequeña nuevamente, y se quedó adentro hasta que pasara la tormenta. Alicia llegó de sorpresa otra vez. -Miguel, Miguel se me ocurrió una idea magnífica.

-Vamos donde la bruja de ojos azules, que vive al otro lado del bosque, ella es vidente y te puede decir quién se robó el tesorillo.

-Es una bruja muy sabia y muy peligrosa. Los rumores dicen que hace brujería con una bola de cristal. Miguel asombrado no le quedó otra opción de aceptar la propuesta, y partieron al otro día a visitarla. Se subieron al caballo, y cabalgaron tranquilamente por el bosque encantado.

 Al llegar a la casa de la bruja, se dieron cuenta que estaba construida de piedra sólida, y en el techo tenía musgo de color verde, la bruja abrió la puerta y les dijo: los estaba esperando, los jóvenes se sorprendieron y entraron a la casa. La bruja les sirvió un poco de té negro con azúcar, y les preguntó para que venían a verla. Miguel le contó su historia y le dijo que no sabía quien era el ladrón de la joyas. La bruja encendió unas velas y le tomó las manos a Miguel, de pronto un viento helado se tornó en la habitación, la bola de cristal se puso de color azul y violeta. Las imágenes que salían del interior, no decían otra cosa que la verdad, la bruja entendió quienes habían sido: eran los piratas de caribe. El tesoro había sido llevado al continente americano, estaba escondido en una isla de Colombia. El joven escuchaba atento las palabras de la bruja, que nunca mentía. -Tienen que cruzar el océano y traer el tesoro de vuelta. -Es la única manera para que la reina le perdonase la vida. Miguel y Alicia le dieron las gracias a la bruja y se fueron de regreso a la casa. Miguel le explicó a Alicia que era muy difícil llegar a Colombia, que el no tenía el dinero suficiente, pero su nueva amiga le tenía un regalo. Toma estas monedas de oro, y cómprate un pasaje para América, anda al puerto y busca un compañero de viaje, que te acompañe y juntos traigan el cofre de vuelta. Miguel le dio las gracias, y partieron al puerto de Londres. Se fijaron que no hubiera policía cerca, y compraron el pasaje.

Thomas Pelz un joven alemán, rondaba los restonares del puerto, no tenía dinero para comprar alimento, robaba de vez en cuando, para poder comer. A veces trabajaba descargando los barcos, que llegaban del extranjero, era alcohólico y fumaba su pipa con tabaco. Thomas no tenía buena educación, pero era muy fuerte. El joven alemán se había robado una caja con mercadería de una embarcación. Pero la policía lo atrapó, y Thomas tuvo que salir corriendo rápidamente. Lo venían persiguiendo, y se metió dentro de un basurero, y los detectives pasaron de largo.

Pobre Thomas no tenía dinero para comer, tenía hambre y parece que se iba a poner a llover; estaba en un callejón escondido... Miguel y Alicia que venían caminando, doblaron por la callejuela donde estaba Thomas y se encontraron cara a cara.

-Que, nunca habían visto un vagabundo. -Dijo Thomas- Y Miguel le dio un pedazo de pan que tenía guardado en un paño blanco.

-Muchas gracias. -Cómo te llamas.

-Soy Miguel Río, el irlandés. -¿Y tú quien sos? El joven de Alemania se presentó, soy Thomas Pelz del pueblo bajo, vivo en Londres hace mucho tiempo, llegué desde mi tierra a probar suerte. Y aquí estoy otra vez. Miguel le contó su historia y que necesitaba viajar a América Latina a recuperar el tesoro perdido de la Reina Isabel, Tom como le decían, aceptó acompañarlo en esta travesía suicida a cambio de unas monedas de oro. Fueron a la boletería y compraron un pasajes más, luego fueron a un restorante a preparar el viaje más largo del planeta. Prepararon un bolso con ropa, latas de pescado, queso, pan, un cuchillo y un mapa. Y se embarcaron al atardecer. Llegarían en un mes, en un barco a vapor. Se despidieron de Alicia, con un abrazo apretado y un beso en la mejilla. -Si todo sale bien, volveremos con el tesoro. -Dijo Miguel Río-

El barco era enorme, sonaban la bocinas, era hora de zapar, iban a cruzar el océano Atlántico para llegar a Colombia, la odisea acababa de comenzar, Miguel le rezaba a Jehová para que lo guiara en su camino. Thomas lanzaba una moneda al aire, jugando al cara o sello. No sabían si podrían lograrlo, no obstante, nunca perdieron la fe.

Era de tarde, el sol ya se ocultaba en el fondo del mar, produciendo un ocaso de color rojo intenso, el cielo se atiborraba de arreboles, la gaviotas empezaban a desaparecer, había caído la noche y los muchachos, abrieron una botella de vino tinto. Se contaban la vida como si se conocieran desde siempre. Una gran amistad se había formado, Miguel contaba que había nacido en Dublín, en una familia modesta, pero muy educada. Trabajaba en una perfumería en Londres, había llegado como turista. Pero tuvo la suerte de encontrar curro vendiendo perfumes de alta calidad.

 Thomas le contó: que el trabajaba como marinero, había nacido en Berlín, a la corta edad se fue de su casa, su madre había muerto de una enfermedad, quedando huérfano. Conocía muchas partes de Europa, pero había llegado a Inglaterra hace algunos años, no lo querían contratar porque tomaba mucho. Era adicto a la bebida, tomaba casi todos los días.

 Pasaron varios días, y solamente se veía mar por todos lados, Miguel estaba mareado, le dieron ganas de vomitar, hasta que se acostumbró paulatinamente al vaivén de la embarcación. Thomas que miraba por la borda el horizonte, pensaba en voz alta. -Algún día llegaremos. -Tengo la sensación que será una gran aventura.

 Más tarde el cielo comenzó a oscurecer, una tormenta demoniaca se acercaba, caían gotas del cielo, de pronto se aglutinaron las nubes en el cielo, relámpagos y truenos, azotaban el mar, las olas comenzaban a crecer, el capitán ordenó a todo el mundo que se resguardara adentro para mayor seguridad. Las olas estaban inmensas y el gran barco se movía de un lado a otro. Miguel pensaba que se iba a morir, pero Thomas lo calmaba, le decía que era una tormenta cualquiera, que se disipará y estarán bien otra vez. El joven irlandés añoraba estar en tierra firme, no le gustaba el mar. Pensaba que se hundían en cualquier momento. Otra vez comenzó a rezarle a Dios en voz baja. "Por favor padre nuestro, protégenos de todo mal".

La tormenta se estaba disipando, y el mar regresaba a la normalidad, un arcoíris cruzaba el firmamento, el sol amarillo brillaba en el cielo. Era hora de comer, tenían unas latas de sardinas y un poco de queso, se hicieron unos sándwichs para llenar el estómago, y tomaron vino para refrescarse.

Miguel tenía un diario, donde iba escribiendo su bitácora, le escribía a su familia en Irlanda, les decía que si sobrevivía volvería a visitarlos, y les llevaría muchos regalos, que los extrañaba mucho. Dormían en una pequeña litera, y tenían un reloj en la pared. El joven no paraba de contar los días recién iban en la mitad del camino.

Llevaban veinte días navegando en el mar sin detenerse, el barco era impulsado por un motor a vapor, llegarían en diez días más. Se bajarían en el puerto de Barranquilla, y ahí arrendarían un bote para cruzar a la isla de los piratas. Era muy peligrosa la misión, pero no les quedaba más remedio que enfrentar el peligro como otro pirata más.

El barco venía llegando al muelle, hacía mucho calor y corría un viento sereno. La arena de la playa era blanca, y el mar cristalino. Los arrecifes estaban lleno de peces de colores, los cangrejos se movían libres por la arena. Miguel y Thomas seguían las instrucciones de la bruja al pie de la letra. La bruja les dijo: que estaban en la isla más cercana, la que tenía la forma de un papagayo en el mapa. Los muchachos siguieron caminando y fueron a almorzar a un restorante, pidieron pescado con arroz, porotos negros y un poco de plátano frito, y agua para tomar, tenían mucha hambre.

La selva amazónica era gigantesca, las hojas de las palmeras daban sombra, y la vegetación muy exuberante. Los jóvenes pagaron un hospedaje, y se quedaron a dormir el fin de semana. Planearon el asalto a los piratas, tendrían que atravesar a la isla solitaria, y encontrar la cueva donde el tesoro estaba escondido, pero deberían de tener mucho cuidado, los piratas estaban armados y son muy malos. El capitán se llama Barbanegra, ha matado muchos hombres a lo largo de su vida. Si los llegan a atrapar los matarían, lo más probable es que los lanzarían a los tiburones blancos en el mar. Barbanegra tenía un garfio en la mano derecha y tomaba ron todos los días, había perdido el brazo con un cocodrilo. Lo acompañaban veinte hombres dispuestos a dar la vida por el capitán, tenían mucho dinero guardado. Miles de monedas de oro puro, producto de los atracos en altamar, se enfrentaban a los mercaderes y les robaban sus pertenencias. Nadie podía desafiarlos, vivían tranquilos y felices en esta isla con forma de papagayo real. El tesoro estaba oculto en ese lugar.

 Los jóvenes compraron un bote y se fueron, remando a la isla, en busca del cofre para devolvérselo a la reina, Thomas remaba fuertemente, tenía mucha fuerza en sus brazos, y un tatuaje de una sirena, con un ancla. Miguel estaba nervioso pero no le quedaba otra opción que ser fuerte, y mentalizarse para no cometer errores. El plan era el siguiente: llegarían de noche para no ser vistos por nadie, y se camuflarían en la selva hasta el amanecer, luego buscarían la cueva. La isla estaba infestada de piratas, tenían que actuar rápido, mientras los piratas aún dormían.

Llegaron a la isla en la noche como les dijo la bruja, y entraron corriendo sin ser detectados, caminaron media hora hacia el interior, y ahí estaba el pueblo de los piratas, estaban tomando ron y cantando melodías, las mujeres estaban ebrias, el descontrol era absoluto. El pirata Barbanegra dormía en una silla de madera, estaba borracho, los jóvenes doblegaron el lugar, y siguieron caminando esperando la salida del sol. Habían monos en los árboles, y culebras venenosas, de pronto salió el alba y apareció la cueva ante sus ojos. No lo podían creer tal como dijo la bruja de ojos azules. El tesoro ya estaba cerca, Miguel tenía una corazonada.

Entraron a la cueva y encendieron una antorcha, había una calavera en la entrada, llena de escorpiones encima, había que tener precaución, o podían morir envenenados. Al final de la cueva llegaron a un espacio muy grande, estaban todos los tesoros de los piratas en el suelo, miles de monedas de oro por todas partes. Y el cofre con las joyas sobre una roca. Lo tenían por fin de vuelta. Lo cargaron y se lo llevaron al bote antes de que alguien se diera cuenta, y se fueron remando de vuelta al continente.

 -Somos ricos decía Thomas. -No este cofre no es de nosotros.

-Se lo llevaremos a la reina de Inglaterra, para que me perdone la vida. -Thomas se rascaba la cabeza pensando-

-La suerte de alguna gente, me gustaría ser rico también. -Parecemos duendes arrancando de la policía. 

-Algún día lo seremos. -Por el momento tenemos que darnos prisa. Una vez en la playa de Barranquilla, compraron un pasaje a Europa directo a Inglaterra, y se embarcaron de regreso, todo había salido bien gracias a Dios, los ángeles seguramente los habían acompañado. Iban hablando de su gran victoria, lo que no sabían era que detrás de ellos estaba un policía escuchando todo, entonces, el oficial arrestó a los amigos, y se quedó con el trofeo, un cofre de madera repleto de joyas preciosas.

Los muchachos no sabían que hacer, pero Miguel tenía un alambre guardado con forma de llave y pudieron escapar, se soltaron las esposas, y comenzaron a correr por el barco en busca del polizonte, pero ya habían llegado a Inglaterra, y el policía había desaparecido. No sabían donde vivía, por tanto, no podían hacer nada para recuperar el tesoro. Alicia estaba en su casa y los jóvenes llegaron hacia allá en busca de ayuda, le contaron lo sucedido, y fueron donde la bruja otra vez. La bruja tomó su bola de cristal, y apareció el rostro del policía, vivía en la calle Wellington 207, en un barrio residencial. Tengan cuidado les dijo: ese policía es muy peligroso, es experto en tiros. Tienen que entrar mientras este trabajando en el día, entren por la puerta de atrás. Los jóvenes partieron en busca del tesoro. Encontraron la dirección y esperaron que el oficial se fuera a la comisaría. Abrieron la puerta con un fierro, y entraron a la casa, adentro estaba la mesa puesta con una tetera y una taza vacía, el suelo tenía un alfombra vieja, y era totalmente de madera. Buscaron por todos los lugares pero no estaba el cofre.

De repente llega de improviso el agente de policía, y los jóvenes se escondieron en la cocina sin hacer ruido, el agente movió la alfombra y abrió una compuerta, el tesoro estaba guardado ahí, sacó un diamante y salió nuevamente a la calle.

Los jóvenes tomaron el tesoro, y se fueron inmediatamente donde la Reina Isabel a devolverle las joyas perdidas, la reina estaba feliz, Miguel Río fue perdonado, y como recompensa la reina le regaló una bolsa con monedas de oro. Miguel quedó muy contento y construyó una tienda con su nombre, vendía perfumes importados. Thomas puso un bar en el centro de Londres, le iba super, todos los días tenía clientela. Tenían buena suerte a pesar de todo lo ocurrido. Habían cumplido con devolverle el tesoro a la reina, y por sobre todo habían encontrado una amistad eterna. Alicia se escapa a veces del reino, y va a ver sus amigos a la ciudad. Conversan y recuerdan el pasado tomando cerveza artesanal.



Fin.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Miguel Carmona, 2023

ISBN 978-956-401-188-2 



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