El duende del Campus Juan Gómez Millas
El duende del Campus Juan Gómez Millas
Dicen los estudiantes más antiguos que, cuando cae la tarde y las luces de los pasillos aún no se encienden, un pequeño ser con sombrero verde y botas gastadas aparece entre los árboles que bordean la Facultad de Filosofía.
No es un duende cualquiera: llegó desde Irlanda, arrastrado por un libro olvidado en la Biblioteca Central, un tomo de cuentos celtas que un profesor trajo en los años sesenta. Desde entonces, el duende quedó atrapado en el campus, fascinado por el bullicio de los jóvenes y la mezcla de culturas.
A veces se lo ve rondar el MAPA (Museo de Arte Popular Americano), curioso por los tejidos andinos, como si buscara parientes mágicos en las tradiciones indígenas. Otras veces, merodea por el césped frente a Bachillerato, donde se dice que entierra pequeñas monedas de cobre que desaparecen al amanecer.
Los estudiantes cuentan que si lo encuentras y logras seguir su risa aguda hasta la cancha de fútbol, el duende concede un deseo. Pero cuidado: nunca pide nada a cambio directamente… sólo sonríe con picardía. Y semanas después, algo curioso siempre ocurre: un examen más difícil, una cita cancelada, un secreto revelado.
Algunos lo temen, otros lo invocan en broma antes de dar una prueba: “Que el duende de JGM me dé suerte”. Pero todos coinciden en lo mismo: en el Campus Juan Gómez Millas, cuando sopla el viento entre los eucaliptos, a veces se escucha una risita lejana… y más de un distraído jura haber visto una sombra diminuta corriendo con una moneda en la mano.

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