Un cuarto sencillo: Cuento chileno

 


UN CUARTO SENCILLO

Mi nombre es Luis Hernán Carmona, nací el 17 de marzo de 1985, vivo en Providencia, en Santiago de Chile, en el departamento 23, junto a mis padres y mi hijo. Mi hermana Consuelo vive en Estados Unidos, es paracaidista profesional, le gusta el peligro. 

Mi padre es cirujano dentista de la Universidad de Chile, tiene una clínica dental cerca de la casa, le queda a dos cuadras, se va caminando; ya se va a jubilar. Mi madre es ingeniera comercial de la Universidad de Arica, salió en primer lugar en el promedio por mucho tiempo. El departamento es de ella, es muy grande, tiene un patio con forma de L. Mi pieza da para el oriente, al frente tengo un edificio de ladrillo, mi ventana nunca miente. Aquí escribo mis cuentos y poemas para presentarlos y publicarlos en Internet, tengo un escritorio de madera para escribir y muchos cuadros colgados en la pared. 

Mi hermana Consuelo se tituló de Arte en la Universidad Finis Terra. Ya no pinta mucho, pero creo que en el futuro volverá a pintar, le quedan hermosas las pinturas. Yo trabajo de taxista, tengo un Kia Cerato automático, se llama Tiburón martillo. Voy todos los días a buscar a mi tía Nora, la hermana de mi mamá, vamos a buscar a Luciano Aristegui. Tiene ocho años, es el hijo de mi primo Meme, quien es psicólogo. Lo llevamos del colegio a la casa, es muy simpático, sabe mucho de animales y le gusta Mario Bros. 

Mi corazón de escritor no deja de escribir, quiero quedarme con el mejor recuerdo del mundo: un libro de cuentos. Escribo todos los días, pero no me resultan como quiero que queden, no puedo terminarlos con cabalidad. Me metí a talleres de literatura y puse mucha atención a lo que decían los profesores, pero todavía no puedo terminar mi libro de cuentos populares. Tengo un problema lingüístico y muy mala memoria; me hicieron tres veces electroshock en el hospital psiquiátrico, por lo que no puedo recordar bien. Es lo peor que existe en el universo. Algunos pacientes quedan en la calle, sin dientes, ya no puedes estudiar ni tampoco trabajar. La memoria es lo más sagrado que tiene una persona. Muchos pacientes sufren por este tratamiento, que no sirve para nada bueno. Nadie puede demandar porque pagar un abogado es muy caro y la gente queda indefensa ante este abuso; en fin, soy muy feliz escribiendo cuentos y poemas, aunque no me queden perfectos.

Ya se hizo tarde, voy a descansar, seguiré escribiendo mañana por la mañana. Estoy muy cansado, tengo que dormir, he trabajado todo el día. 

Voy a enrollar un cigarro de marihuana y me pondré a escuchar música del YouTube, me gusta el hip hop, el funk, el rock pesado, el reggae, la electrónica y la música clásica. Tengo un blog donde voy dejando mis relatos, se puede leer gratis. Mi dominio es corazóndemartillo.blogspot.com. Tengo muchos cuentos internacionales; cuentos de Japón, Brasil, Estados Unidos, Chile, Francia, Irlanda, Escocia, etcétera. Algún día me gustaría ser escritor famoso, pero estoy muy lejos de poder lograrlo, me falta mucho talento.

Es día lunes otra vez y tengo que presentarme en Redgesam a mi terapia ocupacional, a conversar con mi terapeuta Carolina Vergara. Me pregunta a qué me dedico, en qué trabajo y cómo estoy de salud, yo le digo que estoy bien y ella anota lo que digo en mi ficha clínica. El psiquiatra es el Dr. Bustos, tengo que hablar con él cada tres meses por teleconsulta. Me pregunta cómo me ha ido y me envía la receta de mi olanzapina vía e-mail, me tomo dos al día; me diagnosticaron esquizofrenia crónica, estoy en tratamiento con el Plan Auge. Llevo muchos años tomando medicamentos para mi enfermedad mental, ojalá se me pase alguna vez. Le rezo a Dios todas las noches, yo sé que Él me escucha, le pido por mi futuro y si me puede devolver la memoria, para mí sería un milagro. Asisto a la iglesia evangélica de mi primo Ljubomir Ostoja, voy hace poco tiempo, me siento muy a gusto ahí, creo profundamente que Jesucristo se encuentra entre sus paredes blancas. Es una iglesia pequeña pero muy bonita. Es hora de volver a mi casa y comenzar a escribir otra vez, a ver si alcanzo a terminar de redactar mi libro mágico.

Estoy sentado en mi sillón café, pensando qué puedo contar, pero no se me ocurre nada. Me voy a preparar un té para la inspiración, me gusta con endulzante. La cocina de mi hogar es muy grande, tenemos dos refrigeradores, una mesa con sillas, microondas, hervidor de agua y un horno a gas. Mi padre compra mucha comida, siempre hay queso mantecoso, carne para el almuerzo, con arroz o puré. Me voy a preparar un sándwich de lechuga, tomate, cebolla, hamburguesa, mayonesa y kétchup, y me lo voy a comer en la pieza en el computador, para luego empezar a inventar más historias. Encenderé un cigarro como de costumbre, a ver si me sale algo interesante. Mi seudónimo de escritor es Michael River, así me dice mi hermana Consuelo, dice que soy una especie de gurú.

Fue la noche del 8 de agosto del 2016, que mi vida cambió para siempre, estaba fumando y pensando qué podría escribir para mostrarle al público que me lee, cuando por la ventana aparece una luz blanca que se mete rápidamente a mi habitación. No lo podía creer, ¡era el fantasma de Pablo Neruda, el mejor poeta que existe! Me dijo:

—Carmona, he venido a ayudarte, a completar tu leyenda, vamos a redactar el mejor poemario de todos. Le tendrás que poner ilustraciones en blanco y negro al terminarlo.

Y así fue cómo comencé a escribir los mejores versos que mi alma podría entregar. Estuve tres noches enteras escribiendo sin detenerme, en el silencio de mi habitación, sin emitir ningún sonido hasta que Neruda se marchó. El poemario, que se trataba de mi propia pieza, se hizo muy famoso al publicarlo en Internet, miles de personas comenzaron a descargarlo, de todas las partes del mundo. Hice más de veinte mil visitas sin poner un dólar. Google me envió un correo electrónico donde decía que yo era un poeta famoso, y me hicieron una reseña en la página principal. Pueden buscarme por mi nombre y apellido. Mi madre no lo podía creer, había vencido ante toda adversidad, estaba muy contenta de mi dulce victoria. Este libro de poesía chilena me abrió las puertas que tenía cerradas con llave. Las mujeres empezaron a llamarme por celular, querían salir conmigo, debe ser porque le encantan los escritores famosos, y más aún, un escritor de fama mundial. El poemario dio la vuelta al mundo y mi apellido Carmona se hizo conocido internacionalmente. 

Ya puedo viajar en avión y quedarme en un hotel cinco estrellas, tengo dinero suficiente para irme de vacaciones un año entero. Quiero irme de viaje a Europa, Inglaterra con mi amigo Nicolás Hernández a aprender inglés. 

Lo pasaremos de maravilla en el Reino Unido, haremos fiestas y estudiaremos por la mañana. 

En Santiago arrendé un departamento y me independicé, ya tengo plata para vivir sólo. 

Escribiendo en mi despacho nuevo, en el Metro el Golf, se me ocurrió la brillante idea de contratar un abogado para demandar al ministerio de Salud del gobierno chileno por hacerle electroshock a la gente en la cabeza contra su voluntad. El abogado me dijo lo siguiente:

—Es necesario que los pacientes se presenten con su certificado donde diga exactamente que le hicieron electroshock, deben pedirlo en cada hospital y no se puede negar. Con estos papeles podemos demandar con un recurso de protección por negligencia médica y suspender el tratamiento TEC. Además, pediremos una indemnización millonaria para pagar los platos rotos, los electroshock afectan la memoria del cerebro humano.

Finalmente, la corte suprema dictaminó después de un juicio muy largo, que duró casi quince años, que los electroshocks eran malignos para la memoria del cerebro. Miles de pacientes se juntaron a reclamar al mismo tiempo. Chilevisión Noticias hizo un reportaje; la gente no lo podía creer en sus casas cuánta maldad y abuso de poder, los pacientes presentaban problemas para recordar y todos tenían problemas económicos. 

El juez ordenó la clausura inmediata de esta máquina infernal y dejó en claro que el psiquiatra que lo volviera a recomendar se iría preso. La terapia electroconvulsiva fue declarada delito penal, le pusieron de nombre Ley Carmona. Los pacientes aplaudían y lloraban de felicidad, por fin la justicia los había escuchado, pero lamentablemente los daños a la memoria eran irreparables y los pacientes nunca se pudieron recuperar totalmente. 

Yo le doy gracias a Dios todos los días por devolverme la memoria perdida.








Miguel Carmona

2024









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