El granjero y el duende irlandés: Cuento corto




EL GRANJERO Y EL DUENDE IRLANDÉS

El duende irlandés iba caminando a su casa de piedra en el bosque encantado, se sentó en un tronco a enrollar un cigarro, mientras descansaba, le gustaba el tabaco con olor a vainilla. Trabajaba en una zapatería en el pueblo más cercano. Nadie sabe porque lo hacía, tenía una olla con monedas de oro, no necesitaba trabajar pero igualmente lo hacía. Era muy avaro y codicioso, no le gustaba compartir su tesoro y tampoco gastar su oro. Recolectaba las monedas de oro de la gente que arrancaba producto de la guerra. No era un buen duendecillo, solamente le importaba el dinero, no le interesaba la felicidad de las personas.

Un día de lluvia un granjero viejo caminaba a su hogar al otro lado del bosque, entonces, quiso acortar camino y se metió por un sendero, llegando al borde de un río cristalino, al seguir río arriba y se encontró con la casa del duende irlandés, miró por la ventana y se dio cuenta que estaba deshabitado. Para su suerte la puerta estaba abierta, el granjero entró a la casita del leprechaun por curiosidad, había una chimenea apagada, un sillón y un televisor. El granjero se puso a ver tv, cuando observó que abajo del mantel de la mesa había un cofre de madera.

Lo tomó con sus dos manos e intentó de abrirlo pero no pudo. Estaba intrigado, quería saber que había adentro. Pensó que la casa estaba abandonada y el dueño no lo extrañaría, y se lo llevó. Al llegar a su morada, puso el cofre en el patio y le metió un atornillador en la chapa, y le pegó con un martillo, ¡clic clac! sonó el cofre y abrió, estaba lleno de monedas de oro puro. Para sorpresa del campesino. No lo podía creer, Dios lo había escuchado, su familia era numerosa y pobre, por fin tenía dinero para pagarle las deudas al banco. Finalmente el granjero se compró un campo gigante y vivó con su familia feliz y contento para siempre. El duende irlandés al volver a su domicilio, se percató que su tesoro no estaba, empezó a llorar. Había salido a dar una pequeña vuelta. Pobre duende se le olvidó dejar la puerta con llave. Colorín colorado este cuento ha acabado.


Fin.

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