LOS PIRATAS IRLANDESES

 



LOS PIRATAS IRLANDESES

Érase hace mucho tiempo, en el año 1820, en el caribe, un hombre joven que trabaja como carnicero en la gran Colombia, tenía una familia numerosa, y no paraba de trabajar. Se llamaba Miguel Riachuelo, tenían 35 años y nunca había abandonado la carnicería de su padre, vivía en una casa de madera, pequeña, pintaba de color blanco, junto a sus hijos y su señora María Esperanza. Miguel se levantaba todos los días a laburar, había heredado el negocio y tenía que atender al público de lunes a sabado, no tenía mucho tiempo en la semana, solamente quería descansar después de tanto esfuerzo y perseverancia. Vendía carne de vacuno, pollo, cerdo y algunos interiores. Le iba bien no tenía porqué alegar. Su gran pasión eran los barcos, su casa quedaba cerca de la playa en la selva amazónica, en la ciudad de Barranquilla. Caminaba todos los días pensando como pagar las cuentas, venía un tercer hijo en camino, necesitaba más dinero para poder comprar una casa más grande. Tenía un hermano que no andaba por el buen camino, se llamaba Felipe y lo pasaba a ver de vez en cuando para comprar un poco de carne. —Hola hermano mío tanto tiempo, que me cuentas, has sabido algo de Fernanda la vecina, la quiero invitar a salir a dar una vuelta. Miguel miraba a su hermano que no tenía buen aspecto, en que andará metido este cabrón. Felipe le dijo que estaba vendiendo botellas de un whiski americano, lo mejor del mundo, lo traía de contrabando desde Estados Unidos. Le pagaba a la policía y lo dejaban ingresar a Colombia. Felipe tenía un bar en la costa, donde llegaban los marinos mercantes a tomar alcohol, hacían apuestas y los borrachos tomaban cerveza, escuchando el sonido de las olas. Vendía el corto de whiski por un par de reales, tenía una clientela frecuente. Pero un día Felipe se metió en problemas, le gustaba jugar a las apuestas clandestinas, y perdió el bar, llorando llegó donde su hermano mayor y le dijo que necesitaba dinero para recuperar su negocio o quedaría en la calle. Miguel le dijo que no tenía como prestarle plata, su señora estaba embarazada. Entonces Felipe se fue y desapareció. Nadie sabía de su paradero, pasaron días y no habían noticias. Estaba metido en un gran problema, había pedido un crédito a la mafia colombiana, y había apostado el dinero nuevamente, perdiéndolo todo. Le dijeron que si no llegaba con la plata lo iban a matar, y no sabía como recuperarla.

Miguel al enterarse de esta tragedia, decide ayudar a su hermanito, pero ya era demasiado tarde, lo habían matado la noche anterior, Miguel lloraba de tristeza, no sabía que hacer, lo que no se esperaba, era que el difunto había apostado la carnicería Riachuelo. Y ahora vendrían los mafiosos a buscar lo suyo. Tocaron el timbre era tarde, queremos hablar con el dueño, toc toc toc, golpearon la puerta varias veces, hasta que Miguel salió a dar la cara. Lo tomaron de los brazos y le pegaron, le dijeron que si no salía dentro una semana lo matarían. Miguel no sabía a quién acudir, le contó a María y juntos empezaron a rezarle a Dios para que solucionara el asunto ilegal en que se encontraban. Necesitaban la ayuda de un ángel, estaban asustados. Miguel fue a conversar con la mafia, les dijo que le dieran tiempo para poder pagar. Fue en ese momento al venir caminando a su hogar, que vio a la armada inglesa arribar en tierra colombiana, venían con ordenes de llevarse un tesoro, miles de monedas de oro, directo para Inglaterra. La armada se preparaba para embarcarse. Le cobraban a la gente impuestos, y se llevaban las ganancias para Londres, en embarcaciones una vez al mes. Miguel miraba como pasaban los marineros ingleses al frente de su persona, ahí fue que escuchó hablar a la tripulación sobre el misterioso cofre de madera, un abogado irlandés que tenía un tesoro guardado, en su mansión en Dublín. Se llamana Manuel Gibons era bajito, tenía la barba pelirroja y un traje verde oscuro, además era homosexual. La leyenda cuenta que tenía mucho poder, viajaba una vez al año a América Latina para ver que funcionara el negocio de la reina, fiscalizaba que la naval inglesa hiciera bien su trabajo y el cofre "mágico" llegara al banco británico. 

—¿Cuando volvemos a Inglaterra?, hablaba un marino. —Volveremos cuando recolectemos todo el oro de la ciudad. —Nos están esperando para que carguemos el barco. —Tenemos que darnos prisa o el capitán se enojará otra vez y nos mandarán a limpiar los calabozos. 

Miguel extrañado al escuchar esta información, se dirigió donde los piratas, a contarles esta historia, y les propuso un viaje que no podían decir que no. Les contó la historia del abogado, y su gran tesoro descuidado. Era muy simple la operación solamente tenían que ir a Irlanda, y robarse el cofre con las monedas de oro puro, y volver sin ser detectados a Colombia. Los piratas observaron a Miguel y se quedaron callados unos segundos. —Me parece perfecto, tienes una gran idea Miguel Riachuelo. El capitán Barbanegra le daba las gracias a Miguel por este curioso dato. Partiremos en la madrugada, tú nos acompañaras y nos dirás donde encontrar al abogado gay. Ahora tomaremos ron para festejar y beber como mercenarios. Nos embarcaremos a primera hora. Te estaremos esperando.

Era temprano por la mañana y los piratas ya estaban subiendo las cosas de la embarcación, era una gran travesía por el océano, deberían cruzar el Atlántico, aterradoramente peligroso. Pero no tenían miedo eran piratas muy valientes, solamente les importaba el oro. Miguel estaba con una valija listo para embarcarse. Barbanegra dijo todos a bordo, y zarparon por el mar azulado. Llegarían en unos meses. Tenían de todo en el barco, vino tinto y pescado para comer. Velas y fuego naranjo, para alumbrar en la oscuridad de la noche. Llevaban espadas y pistolas de percución. Barbanegra tenía el mapa para llegar sin problemas, y navegar por el mar seguramente. Les esperaba un gran trayecto de Colombia a Irlanda. —Ya han pasado varias semanas y lo único que veo es agua y más agua, quiero bajarme pronto, pero no estamos ni siquiera en la mitad del camino. Miguel estaba martirizado no se había subido a una barco en toda su vida. Ya quería llegar y tocar tierra firme. De repente se oscureció el cielo, y las nubes se aglutinaron, comenzó a llover y los relámpagos eran terribles, una tormenta se apróximaba. La tripulación estaba preocupada, recojan las velas inmediatamente, vamos a tener mucha acción. No paraba de llover, y el viento soplaba con fuerza. Barbanegra le gritaba al destino, tomando ron... —¡No me ganarás! ¡Soy invencible! mientras manejaba el barco entremedio de la tormenta demoníaca. Pasaron horas y horas hasta que la tormenta disipó totalmente, el sol amarillo iluminaba todo, por fin estaban a salvo. Les quedaba poco tiempo para llegar. El loro parlanchín no paraba de repetir en el hombro de Barbanegra, somos libres, somos libres. Pasaron los días hasta que por fin divisaron tierra, era la gran isla de Irlanda, se prepararon para desembarcar. El plan era el siguiente, entrarían en un bote remando para no ser vistos por la policía irlandesa. Luego tendrían que atravesar el bosque de pinos, y llegar a la mansion Gibons, Miguel debe entrar por la ventana y abrir la compuerta. Los piratas atentos hicieron lo que se les dijo. Y entraron a la mansión silenciosamente, una vez adentro Miguel subió por una enredadera hasta una ventana que estaba abierta, era una oficina muy lujosa, tenía una cabeza de alce en la pared colgada, y una alfombra árabe muy antigua. Miguel bajo las escaleras y abrió la puerta en silencio. Los piratas entraron y buscaron el tesoro del abogado de baja estatura. Hasta que lo encontraron y se lo llevaron de vuelta al bote, era un baúl grande muy pesado. La operación había salido a la perfección. Ya estaban navegando de regreso al caribe, el abogado al ver que su tesoro no estaba se puso rojo de la ira, y perdió el control, llamó a los guardias para saber que había pasado, pero nadie había visto o escuchado nada. Los piratas ya iban viajando rumbo a Centroamérica.

Los piratas estaban contentos, iban charlando sobre lo que harían con las monedas de oro, le pusieron el tesoro del duende irlandés, y se reían a carcajadas, nunca pudieron atraparlos, y una vez que llegaron al continente, dividieron en partes iguales el magnífico tesoro, Barbanegra se compró una finca gigantesca en el campo y vivió felizmente hasta el final de los tiempos. María ya con su hijo recíen nacido en brazos fue a buscar a su esposo al muelle, Miguel la recibió con un abrazo y un beso, y le dijo que la amaba mucho. Le pagó lo que debía a la mafia y le quedó plata de sobra. Se construyó una casa nueva con un jardín enorme y una piscina paradisíaca. Y nunca más fue molestado por nadie, vive pensando que tiene buena suerte.







Miguel Carmona






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