EL CUERVO NEGRO DE TALAGANTE

 


EL CUERVO NEGRO DE TALAGANTE

Era una vez, en una granja de Talagante, un granjero llamado Juan que trabajaba la tierra, con un rastrillo limpiaba la maleza, y con un pala escarbaba surcos para que pasara el agua. Tenía mucho trabajo, el sol estaba justo encima, eran las 3 de la tarde, le quedaba bastante para terminar. El jefe estaba sentado en una caseta, mirando como trabajan los campesinos. Se llamaba Manuel y no tenía buena educación, era pesado y prepotente con los trabajadores. El cultivo era de lechugas, papas y tomates, llevaban toda la mercadería al mercado, y la vendían en grandes camiones para que la llevaran a la Vega.

Juan trabaja todos los días y recibía un sueldo pequeño, con eso tenía que vivir todo el mes, hasta que un día mientras araba la tierra del campo, escuchó un sonido extraño, era un cuervo atrapado entre las ramas de un árbol. Juan fue a ver de donde provenía este ruido. Y se dio cuento que era un cuervo negro. El granjero tomó al pájaro con cuidado y lo liberó para que volara libremente por el cielo, el cuervo se fue volando y desapareció entre los árboles del recinto. Ya era tarde y Juan se fue a su casa a descansar y dormir, una vez allá, se sentó en su sillón, a mirar la televisión, y a cambiar de canal, hasta que por la ventana se escuchaba el mismo sonido del cuervo extraño, Juan salió a ver que pasaba y no había nadie afuera en el patio, se quedó pensando y otra vez el mismo ruido infernal, era el cuevo que venía a verlo para darle las gracias, le dijo que era muy amable y de recompensa, le regalaría los números de la lotería. El granjero entusiasmado, anotó los dígitos que le dictó el cuervo. Y le dio las gracias pero ya no estaba. Al otro día faltó al trabajo, y fue a jugar el Loto. Compró un boleto, y con fe y esperanza espero pacientemente el resultado. 

Para su sorpresa había ganado el premio mayor. Saltaba de la alegría, no sabía que hacer, estaba eufórico, ya podía pagar las deudas que tenía, y comprarse un campo para cultivar su propia cosecha. Nunca más vio al cuervo negro pero no importa, siempre lo recuerda como un ángel que lo vino a ayudar cuando más lo necesitaba.







Miguel Carmona


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